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Ciclismo con Luis Aviles

Alexey Lutsenko (Astana) gana en solitario en la 6ta etapa del Tour y Yates sigue Lider

Alexey Lutsenko (Astana) gana en solitario en la 6ta etapa del Tour y Yates sigue Lider
Tras una atípica etapa dónde los favoritos no atacaron ni buscaron la fuga termino la primera semana del Tour más extraño y esperado de la historia está siendo también, no nos engañemos, de las más decepcionantes.
A pesar del recorrido, con dos finales en alto ya a estas alturas de carrera, algo poco habitual en la sexta etapa, los ataques entre los favoritos están siendo prácticamente inexistentes.
El final de hoy en el Mont Aigoual no ha ofrecido la batalla que se esperaba entre los hombres fuertes de la carrera. Todo lo más, un ataque de Julian Alaphilippe a 200 metros del final, más de cara a la galería que otra cosa, que en cualquier caso no le ha servido para arrebatar el maillot amarillo a Adam Yates, un día después de perderlo por tomar un bidón a 17 kilómetros de meta. Literalmente no había espacio para sacar diferentes, por potente que fuera ese demarraje. Fue saltar y llegar a meta, prácticamente. 
No me gustan los toros, pero tengo comprobado que la relación de los amantes del ciclismo con el Tour de Francia se parece mucho a la que tienen los aficionados a la tauromaquia con la feria de San Isidro de Madrid. Ambas son las grandes citas del calendario de lo suyo. Se dice que el carnet de ciclista se obtiene cuando se termina un Tour, nada menos, y Madrid es la gran plaza taurina mundial. Ambos eventos se reciben con gran expectación. Los dos reúnen, o así, a las principales figuras del momento. Pero, al final, suele hacer decepciones. También grandes momentos, claro, pero decepciones. Los dos duran unas tres semanas y, tarde tras tarde, el aficionado se asoma a la pantalla esperando que esta vez sí será la buena, pero por las razones que sean, la tarde se va torciendo. Hasta que llega una tarde memora.
ble, claro, que hace olvidar a todas las anteriores. Yal año siguiente, vuelta a empezar: gran expectación y grandes decepciones, incluidas declaraciones de trazo grueso y grandes enfados de los más puristas aficionados, que volverán un año después a emocionarse e ilusionarse como siempre. Hablamos del Tour y de San Isidro, pero podríamos hablar de la vida, en general. Grandes momentos, grandes de verdad, hay pocos, y suele ser aquello que más nos ilusiona lo que más capacidad tiene de decepcionarnos. 
También ocurre que la memoria nos traiciona. Nunca fue la primera semana del Tour un festival de espectáculo constante, más bien todo lo contrario. Es cierto que, cuando llega el final del Tour, no faltan los directores deportivos y los ciclistas que lamentan que la carrera termine y no permita más ocasiones para atacar, tras haber dejado pasar unas cuantas. Un poco de todo hay, pero nunca fue el Tour recordado especialmente por lo que sucede en su primera semana.
¿Es decepcionante que no se haya visto hoy tampoco ningún ataque entre los favoritos? Lo es. ¿Cuesta entender que en jornadas como la de ayer ni siquiera se forme una escapada? Sí. Pero es lo que hay y, aunque suene repetitivo, queda mucho Tour por delante. 
Es recurrente este debate, ya que, con mayor o menor intensidad, el Tour lleva años decepcionando, no digamos ya su primera semana. No tiene la explosividad ni la cantidad de alternativas que ofrece la Vuelta,  ni tampoco la dureza soberbia ni las batallas del Giro. Pero el Tour es el Tour y eso puede con todo. Esta decepción durará, más o menos, hasta que veamos un día glorioso de montaña, que seguro que lo veremos. O eso esperamos.
Eso sí, una cosa somos los aficionados al ciclismo que nos tragamos lo que nos echen, hasta las carreras más exóticas y, por supuesto, las etapas íntegras del Tour siempre que tenemos la ocasión, y otra bien distinta es el gran público, el aficionado ocasional al que el ciclismo debería intentar seducir. Y ahí entran en juego varios factores. El primero, una obviedad: es imposible que los ciclistas se estén atacando como si no hubiera un mañana durante 21 días seguidos. No son robots, ni queremos que lo sean,  son personas con sus límites. 
El ciclismo, y más concretamente el Tour, tendría que hacer una reflexión sobre cómo resultar más atractivo para el espectador, sin que eso signifique en pedir imposibles a los ciclistas, por supuesto. Y quizá falta atrevimiento por parte de los organizadores. Por ejemplo, es muy de agradecer que el Tour incluya bonificaciones en algún punto relevante de las etapas, porque así invita a ver batalla. Pero 10 segundos parece un incentivo escaso.
¿Qué tal 30 segundos, por ejemplo? ¿O una bonificación especial en los mayores puertos que se suban cada edición? Otras alternativas puestas encima de la mesa van desde que se reduzca más el número de corredores por equipo, contra lo que están los ciclistas y buena parte de los equipos, hasta que se invite a más conjuntos modestos, que son los que suelen animar, al menos, las etapas de la primera semanas. 
Otro aspecto a tener en cuenta es el del poderío de las escuadras más potente, como el Ineos. La idea de un tope salarial, como el que opera en la NBA, es otra propuesta recurrente. Todo se podría estudiar, naturalmente. El ciclismo se moderniza con lentitud y a veces peca de falta de atrevimiento. Es mejor probar ideas fallidas que no hacer nada. Pero tampoco podemos pretender que haya espectáculo en la 21 etapas del Tour, algo que no ocurrió jamás en su historia, ni olvidar que el ciclismo es un deporte de resistencia.
Es decir, se equipará más a la maratón que a una carrera de 100 metros lisos. Y para ver esos ataques enormes, esas pájaras y esas grandes diferencias en la montaña es necesario que las piernas de los ciclistas lleguen castigadas a la parte final de la carrera. Dicho esto, es perfectamente comprensible que muchos aficionados, no digamos ya los no aficionados o los ocasionales, estén decepcionados con este comienzo de Tour.
No vamos a comparar las etapas de una gran vuelta con las clásicas, esas pruebas trepidantes en las que todo se decide en un día, pero es que si lo comparamos con otras carreras de tres semanas, en muchas ocasiones, el Tour sale perdiendo. Hay demasiado control, demasiado miedo. El Tour impone. Los mejores ciclistas del mundo lo tienen como prioridad, todo lo que sucede aquí tiene una trascendencia gigantesca, y por eso los equipos no quieren arriesgar más de la cuenta. 
En fin, podría seguir escribiendo hasta mañana, porque es una historia interminable, pero estoy bastante convencido de que la carrera acudirá al rescate de sí misma, de que algo ocurrirá que nos permitirá olvidarnos del tedio de esta primera semana y, en 2021, volver a desear más que nada en el mundo la llegada del Tour. 
En la etapa de hoy  sí ha habido fuga y, además, de nivel, con Rémi Cavagna (Deceuninck-Quick Step), Greg Van Avermaet (CCC), Jesús Herrada (Cofidis), Nicolas Roche (Sunweb), Neilson Powless (Education First), Daniel Oss (Bora), Edvald Boasson Hagen (NTT) y Alexey Lutsenko (Astana). El más fuerte de todos ellos ha sido Lutsenko, que se ha impuesto en solitario en la meta, con 55 segundos de ventaja sobre Herrada.
En el grupo principal, pocas novedades. Trabajó el Mitchelton-Scot primero para preservar el amarillo de Yates, y después el Ineos puso su tren al comando de las operaciones.
A más de 20 kilómetros del final atacó Fabio Aru, pero su intento cayó como fruta madura y le cazaron unos pocos kilómetros después. Ese ataque de Aru, por cierto, es muy revelador: el único que se atrevió y fue cazado por inercia, porque el pelotón está rodando a una velocidad alta, a pesar de lo que pueda parecer.
Los equipos más potentes anestesian la carrera con ese ritmo imponente. Se cayó Enric Mas, sin consecuencias aparentes, y Julian Alaphilippe, como dijimos arriba, atacó a 200 metros. Et c’est tout. 



Mañana nueva ocasión para los velocistas, en una etapa que tendrá un puerto de tercera y otro de cuarta. Día de transición, como todos últimamente, hasta la llegada de los Pirineos. 
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